lunes, 17 de agosto de 2020

DIASPORAS DE LA FRONTERA...


DIASPORA DE LA FRONTERA INVISIBLE QUE NOS SEPARA

 

Este trabajo intenta relatar la historia de la diáspora de un migrante venezolano en Colombia, específicamente a la ciudad de Ibagué-Tolima. El señor “Héctor Ramírez” de 50 años de edad, cuenta que alrededor de 20 años de su vida se dedicó a administrar su propio hotel el cual estaba ubicado en la ciudad de Caracas-Venezuela, gracias a él y a su trabajo arduo durante ese tiempo, pudo comprar una casa y vivir cómodamente junto con su hija de 15 años y su esposa. Entre sus costumbres y tradiciones que recuerda y le hacen mucha falta, está la celebración tan única como la solían hacer los venezolanos con respecto a la época navideña y del año nuevo, además de los carnavales anuales que se desplazaban por toda la avenida principal de caracas, recuerda con nostalgia estos desfiles llenos de comparsas, carrozas, música y mucha alegría, muy parecidos a las fiestas de San Juan y San Pedro que se celebran en la ciudad musical y con los cuales se siente identificado.

Así mismo el señor Héctor creció en una cuna de familia católica, toda su biografía fue marcada y conducida por esta religión, desde que tiene memoria ha ido a misa todos los domingos, tampoco puede dejar pasar un año sin celebrar la semana santa y un día sin agradecerle a Dios por lo que tiene. En el momento que comenzó la crisis económica, social y laboral en Venezuela, Héctor se vio en la obligación de dejar a su familia, su hotel y la vida que había construido allí, puesto que como el mismo comenta “la plata no alcanzaba ni para comer, además había escases de alimentos y de otros productos”, desde ese momento tomo la decisión de migrar a Colombia en busca de nuevas oportunidades laborales y de conseguir recursos para vivir él y su familia.

A partir de ese instante, emprendió su travesía desde su ciudad natal Caracas hacia tierras colombianas, el día 28 de enero del 2019, con temores e incertidumbre, salió solamente con su ropa, documentos personales y algunas provisiones, pero dejo allí lo más importante a su familia. Narra que camino durante varios días al rededor de 195 KM junto con algunos compatriotas que estaban en la misma situación que él, “me dolían los pies, tenía hambre y mucha sed, estaba agotado”. El primero lugar al que llegaron fue a Cúcuta- norte de Santander, ciudad colombiana en la cual se traza la frontera invisible con Venezuela, a partir de ese lugar, se distribuyeron hacia diferentes ciudades, por su parte el señor Héctor, se dirigió sin rumbo junto con dos compatriotas más, en el camino se encontró con personas que le “extendieron el brazo” como él dice, le dieron de comer o los movilizaron en sus autos de una ciudad a otra, no obstante también se encontró con otras personas xenofóbicas que solo los humillaron y lo trataron mal por el simple hecho de ser venezolanos.

Después de varios días, él y un amigo decidieron establecerse en Ibagué, expresó que su gente era muy cálida y lo acogieron de la mejor manera por eso decidió quedarse allí. Con el poco dinero que traía de sus ahorros, arrendo un cuarto en el barrio 20 de julio, y vio la salida más viable en ese momento el trabajo informal, compro un carrito de tintos y comenzó a recorrer toda la ciudad vendiéndolo, junto con otras bebidas como chocolate, pintadito y colada, también cigarrillos, buñuelos y chicles. El señor Héctor ya lleva más de un año trabajando en la actividad antes mencionada, comenta que le ha ido bien, puesto que el dinero que gana le alcanza para pagar el arriendo, comer y enviarle  una parte a su familia, ha tratado de buscar algo mejor en que laborar pero no ha encontrado mejores oportunidades.

 En el caso concreto del señor Héctor, nos expresa que se ha sentido bien en la ciudad, aunque le ha sido un poco difícil adaptarse al clima, ama los ibaguereños y su cultura, se ha sentido a gusto con las tradiciones, la alegría y la manera en que la expresan muchos ibaguereños a través de la música; referente a la comida tradicional de la región, comenta que su favorita es el tamal y la lechona, aunque también extraña las arepas y las hallacas venezolanas las cuales no ha podido encontrar en otro lugar. Para finalizar, aludiendo a  su familia, el señor Héctor expresa que  los extraña, sobre todo cuando no puede pasar las fechas especiales como lo solían hacer, siendo esta la parte más difícil que ha podido afrontar, en este mismo sentido comenta que habla con ellos todos los días. Lo único que espera es que su país se vuelva a estabilizar, sueña con volver a estar junto a sus seres queridos en un futuro, y cuando llegue ese momento, “voy a estar muy agradecido con Colombia y sobretodo con Ibagué que me abrió sus brazos y me acobijo como uno más de ellos” manifiesta el señor Héctor.

DIASPORAS DE LA FRONTERA...

DIASPORA DE LA FRONTERA INVISIBLE QUE NOS SEPARA